viernes, 2 de marzo de 2018

El día que comencé a recurrir al sexo prepago ( Lo mejor de Misandria.info)


El día que comencé a recurrir al sexo prepago.


Hace mucho, mucho tiempo la idea de pagar por sexo me hubiera parecido algo ridículo, patético y cosa de perdedores. Eso fue antes de que una serie de sucesos cambiasen mi vida para siempre.


Al contrario que muchos de vosotros, jamás percibí a las mujeres como unos seres de luz infalibles a los que había que poner en un pedestal. En lo que se refiere a las relaciones, tampoco pedía nada del otro mundo. Básicamente buscaba una mujer a la que le gustase el sexo y no me fuese a apuñalar por la espalda. Jamás se me ocurrió que pudiésemos ser compatibles en todo o que nuestro amor fuese a durar para siempre. Con que gozásemos de una cierta afinidad y compartiésemos unos pocos buenos momentos era más que suficiente.


Sin embargo rápidamente me di cuenta de que la agenda de las mujeres es diferente. Ya caí en ello en mi adolescencia, y aunque gozaba de cierto éxito con ellas, la cantidad de esfuerzo y tonterías que tenía que aguantar para llevarme a una a la cama me resultaba demasiado, incluso por aquel entonces. Pero en aquel momento no tenía otra opción.


El tiempo fue pasando, fui a la universidad y viví en un piso compartido durante 3 años. Fue entonces cuando comencé a dejarme seducir por el lado oscuro. El problema era que a pesar del gran número de mujeres disponibles -a menudo solas- era difícil llevarse alguna al huerto. La palabra es difícil, no imposible. Me lo pasé bien, pero las actitudes que vi por aquel entonces cambiaron para siempre mi percepción de las mujeres. Y se me hizo muy difícil confiar en ellas.


Cuando me saqué la carrera, tuve algunas dificultades para encontrar un trabajo que mereciera la pena. Hasta entonces había sobrevivido liándome con mujeres que no cumplían mis estándares, pero cuando se juntó el no tener trabajo con tener un trabajo de poca monta durante un año, se terminó por arruinar incluso esa posibilidad.


Durante un año y medio lo pasé bastante mal, y la falta de compañía me convirtió casi en un misántropo. Fue en ese momento cuando recibí el empujón definitivo.


Entonces comencé a ofrecerle dinero a chicas "fáciles" de la noche a cambio de... ya sabéis. Mi plan era recurrir a eso mientras capeaba el temporal, pero me equivoqué. Me di cuenta de que las relaciones sexuales que tenía con aquellas chicas como mucho era mediocre. Y cada vez aguantaba menos las tonterías, los insultos, los aros psicológicos y las mentiras. Y conforme mi situación económica fue mejorando, también fui mejorando la calidad del sexo, hasta que dejé de recurrir a las semiprofesionales para quedarme definitivamente con las profesionales.


No es que renunciase por completo a ligar con mujeres, sino que la cantidad de esfuerzo que se requería para conseguir a una mujer medianamente decente me parecía demasiado. También me di cuenta de que lo único que me podía aportar una mujer era sexo. Todo lo demás (compañía, fidelidad, apoyo, cariño, etc...) son mitos que las mujeres muestran vez en cuando, pero que nunca se toman demasiado en serio.


Hay otra razón por la cual jamás volví a tener una relación: libertad. Ya sabéis, cuando tienes a mano la opción de tener relaciones sexuales con mujeres más atractivas que la media, eliminas por completo la necesidad y el miedo a la sequía. Ya no tienes que aguantar tonterías ni malas caras durante 23 horas para pasarlo bien durante media hora. Puedes comer lo que quieras, vestirte como quieras y jugar a videojuegos el tiempo que quieras. Es difícil valorar esa libertad si nunca la has tenido.


Y no es que a veces no me sienta solo o no desee la compañía femenina para algo más que sexo, pero es que sé que el compromiso y las obligaciones que todo eso conlleva no me compensan. Además, ¿en qué relación puedes cepillarte a una morena de ojos verdes el lunes y a una despampanante rubia eslava el viernes? Pasa igual con la comida. A veces me gusta la comida china, otras veces la mexicana, y a veces prefiero una buena hamburguesa.


Y ya sé que este pasatiempo no es barato. Pero te evitas tener que pagar pensiones de manutención, facturas, cenas, taxis, regalos y todo lo que lo otro conlleva. Y además está disponible siempre que yo quiera.

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