El Hombre Bueno ve en las mujeres las virtudes de las que carecen los hombres. Las mujeres son brillantes, dulces y agradables. Los hombres son oscuros, infames y siniestros.
Para conservar la imagen de que la mujer es brillante, dulce y agradable, el Hombre Bueno asume su oscuridad. Su rabia, sus excesos, su crueldad, pasan a ser su responsabilidad. Su luz la convierte en un ser indefenso, incapaz de elegir la bondad en sus obras, indefensa en su femineidad.
Donde hay claridad hay sombras.
Él intenta discernir entre las sombras, pero solo percibe claridad, imágenes sutiles como rayas de lluvia. Para compensar, intenta capturar tantas como puede, pero se le escapan entre los dedos, mientras que su hambre se acrecienta.
Necesita un harén.
El político firma un decreto que ignora el dolor de los hombres para amparar a las mujeres. Violencia, asalto, violación, acoso, es lo mismo. Para él es simplemente un medio para destrozar a su rival y recibir su harén, incluso aunque solo sea un pensamiento en su mente. Él es el Hombre Bueno, bueno por su influencia, que utiliza para abogar por las mujeres.
El juez destripa a su rival (un marido y padre) y como recompensa recibe la aprobación de la mujer. Él ve en ella un nuevo miembro de su harén. Sabe que su marido ha fracasado en su tarea. ¿Por qué se encuentra sino ante él? Pero él no va a fracasar en la suya. Él es el Hombre Bueno, bueno por su poder, que utiliza para el bienestar de las mujeres.
El pastor condena la inmoralidad de algunos miembros de su iglesia y en la admiración de sus feligreses recibe su harén. Él sabe que las mujeres están ahí para escuchar sus palabras y él las utiliza para señalar los pecados de sus maridos. No les fallará. Él es el Hombre Bueno, bueno por su moralidad, que utiliza para venerar a las mujeres.
El matón golpea a un chico menudo, espoleado por un corro de muchachas. Ellas se sienten agraviadas, ¿Quizás el chico quiso salir con alguna de ellas o se las quedó observando demasiado tiempo? Él no les fallará. Él es el Hombre Bueno, bueno por su fuerza, que utiliza para servir la justicia a las mujeres.
El Hombre Bueno ve a otros hombres como amorales, incapaces, débiles, siempre un escalafón por debajo de él. El Hombre Bueno es bueno porque él sabe que es bueno. Se recrea en su bondad, siempre con la misma luz: "Mi fuerza y mi talento están al servicio de la mujer. He aplastado a muchos hombres para que las mujeres pudieran caminar sobre ellos". Y así, se convierte en merecedor de la admiración y la aprobación de muchas mujeres. Él tiene su harén, pero no es suficiente.
El Hombre Bueno tiene enemigos.
El Hombre Bueno odia al Hombre Hambriento, porque ambos son el mismo hombre. El Hombre Hambriento tiene hambre del cuerpo de las mujeres, mientras que el Hombre Bueno tiene hambre de su aprobación. El Hombre Hambriento dice "las mujeres solo valen por su cuerpo", y el Hombre Bueno sabe que no es cierto, porque para él lo que cuenta es su aprobación. Por eso el Hombre Bueno no quiere ver la sombra de la mujer, porque si lo hiciera, no recibiría su aprobación.
El Hombre Bueno y el Hombre Hambriento son el mismo hombre, pero ellos nunca lo admitirían. El Hombre Hambriento dice que él no desea la aprobación de la mujer, pero la necesita para acceder a su cuerpo. El Hombre Bueno dice que él no desea el cuerpo de la mujer, pero eso es lo que hace que su aprobación sea tan preciada.
Tanto el Hombre Hambriento como el Hombre Bueno temen al Hombre Malo, o deberíamos llamarle quizá el "Hombre Roto", porque él es el Hombre Hambriento mal alimentado y el Hombre Bueno tras un gran banquete.
El Hombre Malo dice "mirad, ¡La mujer tiene una sombra! ¡Una sombra que procede de ella, no de mí! El Hombre Bueno rechaza las palabras del Hombre Malo, y le señala un error evidente: "Algunas de esas sombras proceden de ti". Y obvia el resto de su discurso.
El Hombre Bueno tiene un último enemigo. Y este es el más pérfido de todos, porque él es parte del Hombre Bueno, del Hombre Hambriento y del Hombre Malo a la vez.
Él es el hombre. No un hombre malo, no un hombre bueno, no un hombre "de verdad", no uno de mentira. No un hombre fuerte, no un hombre poderoso, no un hombre agresivo, no un hombre valioso o útil. Solo un hombre. Un hombre que ve que palabras como "bueno", "fuerte", "malo", "débil", "poderoso", "valioso" e "inútil" son solo una herramienta que el Hombre Bueno utiliza para desmarcarse de otros hombres y hacerse acreedor de su harén.
El hombre, solo el hombre, ve a la mujer como una mujer. Ella está hecha tanto de luz como de sombras, por tanto ella tiene profundidad, forma y sustancia. Cuando ella le hiere, él se lo dice: "Me has herido, y esta es tu responsabilidad. No voy a asumir la responsabilidad de haber sido herido". Y si ella lo acepta, él se queda a su lado, porque ella lo alimenta.
Donde hay sombras, hay profundidad.
Él no necesita un harén. Y por tanto no necesita odiar o perjudicar a otros hombres para tener su harén.
Él no es el Hombre Bueno, el Hombre Malo, o el Hombre hambriento. Él es el hombre. Solo el hombre.
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